
Visto lo que pasa cada día en Siria, Irak o Afganistán preguntarse si la guerra está terminando podría parecer un sarcasmo. Pero no lo es. La dureza de la guerra en estos países es extrema pero visto de la perspectiva de los años cuarenta del siglo pasado las guerras son hoy un hecho excepcional.
Esta gráfica de vox.com recoge los datos acumulados por Human Security Report Project, por el Uppsala Conflict Data Project y por el Peace Research Institute de Oslo, compiladas por el periodista Stephen Pinker.
La gráfica contabiliza el número de personas muertas en batallas bélicas por cada 100.000 habitantes de la tierra. En los años cuarenta, en medio de la Segunda Guerra Mundial llegaron a morir 23 de cada cien mil habitantes de la Tierra en una guerra. Hoy, de hecho, desde que comenzó el siglo, la cifra es inferior a una.
Evidentemente hay que tener en cuenta que ahora hay más habitantes en el planeta que en los años cuarenta. En ese momento eran dos mil trescientos millones y ahora son siete mil millones. Pero incluso si multiplicar por cuatro la cifra actual, para compensar esta diferencia, llegaríamos a un poco más de tres muertes por cada cien mil habitantes, una cifra muy alejada de los veintitrés tres muertes de los años cuarenta.
La gráfica es interesante por varios aspectos que podrían explicar el porqué de este hecho. Hay, sobre todo a partir de los años ochenta, una reducción clara de las guerras entre los estados, que siempre provocan muchos más muertos que las guerras civiles y una reducción clara del número de guerras en total. Esto en parte se puede explicar por la amenaza de la guerra nuclear pero también es el fruto de la emergencia de grandes espacios de cooperación económica y política y de la consolidación de regímenes democráticos en grandes partes del mundo. Hoy, por ejemplo, es inimaginable una guerra entre Francia y Alemania. La Segunda Guerra Mundial, sin embargo, significó siete millones de muertos por los dos países. En total el coste de muertos de la Segunda Guerra Mundial oscila entre setenta y ochenta cinco millones de muertos, según las fuentes. Y eso que sólo treinta años antes de la Primera Guerra Mundial ya había matado cuarenta millones de personas más. Son cifras hoy impensables. Según Iraq Body Count, por ejemplo, desde el inicio de la guerra de Irak en 2003 han muerto en ese país 251.000 personas, contando soldados y civiles.
En la década de los ochenta por primera vez hay más guerras civiles o guerras civiles con intervención militar extranjera que conflictos entre estados. Y posteriormente casi todas las guerras son civiles pero hay muchas menos de las que había habido. África, por ejemplo, es hoy un continente mucho más pacífico que en los años ochenta.
En lo que va de 2016 sólo cuatro conflictos han superado ya el número de diez mil muertos (Afganistán, Irak, Siria y Nigeria por la insurgencia de Boko Haram). Y en África sólo hay dos conflictos significativos más (las guerras civiles en Somalia y Sudán del Sur-Kordofán) pero entre los dos sólo superan de poco los cinco mil muertos en lo que va de año. En las décadas de los ochenta y los noventa del siglo pasado, en cambio, África estaba llena de guerras que causaban cientos de miles de muertos (desde las guerras coloniales portuguesas en Angola o Mozambique hasta guerras civiles muy cruentas en Sierra Leona, Burundi, Etiopía o Congo, pasando por las constantes agresiones contra los vecinos de países como Sudáfrica o Libia).
Para más crueles que sean las guerras actuales, pues, no es posible negar que el impacto de la guerra sobre el conjunto de la humanidad está hoy en los niveles más bajos que hemos conocido. Tanto que algunos autores como John Mueller (The Remnants of War) se atreven a decir que ‘al contrario que respirar o comer la guerra no es algo que la humanidad necesite para existir. Es una construcción social de las que durante más tiempo más importancia ha tenido en la vida humana pero como tal construcción humana podría simplemente desaparecer un día. Y parece que ese día no está lejos. ‘