
Si te nombran a Aviñón, probablemente la primera imagen que te venga a la cabeza sea el famoso cuadro puramente picassiano considerado piedra fundacional del arte moderno, pero Aviñón es mucho más evocador que la obra del gran maestro cubista. Lejos de la influencia del pintor malagueño, Aviñón evoca a la Francia que todos tenemos en el recuerdo: la Francia de tonos morados y rojizos que le otorga el olor a lavanda y el tacto a piedra caliza, el sabor a quesos curados regados con buen vino y el murmuro de un río traspasando campos infinitos y flanqueando ciudades repletas de historia. Es por lo que un viaje en tren a Aviñón es un viaje que recorre los cinco sentidos, al corazón de una región, la Provenza, que no deja indiferente a nadie.
Aviñón: una historia de monarcas y papas
Para entender la importancia histórica y la belleza romántica que rodea a la ciudad de Aviñón, no hay más que mencionar que ha sido sede papal y residencia real: dos instituciones que destacan por su gusto exquisito a la hora de establecer sus centros de poder y no es para menos: enclavada en un hermoso cerro junto al Ródano y rodeada de campos provenzales, Aviñón es un cruce de camino donde hacer parada obligatoria e incluso como hicieron los grandes poderes medievales, plantearnos el quedarnos a vivir en ella.
Y es que Aviñón enamoró a los reyes de la Casa de Anjou, gobernantes del reino de Sicilia, y fue fuente del máximo poder de la religión católica durante los años que precedieron al Cisma de Occidente, el conclave con el que se desafiaba el poder del Vaticano y se fragmentó el gobierno católico en tres sedes: San Pedro, Peñíscola y Aviñón. Todo ello permitió que la ciudad francesa heredara joyas como el palacio Papal, construcción capaz de ensombrecer a la propia catedral por sus magnificente perfil sobre la ciudad.
La Aviñón que inspiró a Picasso
Pese a que incluso nosotros mismos hemos comenzado relacionando la ciudad francesa con el histórico cuadro que inició la etapa cubista de Picasso, esta relación es errónea ya que la procedencia de las alegres señoritas que protagonizan el cuadro no es la ciudad provenzal, sino la calle del Barrio Gótico barcelonés que lleva su nombre, y donde por aquellos tiempos se situaban los más afamados prostíbulos de la capital catalana.
¿Quiere decir con ello que Aviñón, la ciudad, no supuso nada para el maestro del pincel? En absoluto. Picasso era un reconocido admirador del sur de Francia, y ya fuera por casualidad, o por justicia poética hacia la ciudad que nombraba a uno de sus cuadros más reseñables, pasó largas temporadas en su última etapa (en torno a la década de los 70) en la Provenza, eligiendo la ciudad papal como sede de una de sus mayores exposiciones y de la más recordadas.
Qué ver y hacer en Aviñón
Lejos de la enorme influencia de los papas y Picasso, Aviñón aún tiene mucho por desplegar al visitante que se quiera dejar embriagar por sus encantos: desde mostrar su perfil de reminiscencias medievales, expresadas en su puente que se asoma al Ródano sin atravesarlo (solo quedan cuatro arcos de los 22 que llegó a albergar), hasta el esplendor que le dio la etapa papal con unas murallas perfectamente conservadas, el Petit Palais y la catedral románica. Todo ello Patrimonio Mundial de la UNESCO.
Además, Aviñón celebra cada verano un importante festival de teatro y es tierra de excelentes vinos, siendo cruce de caminos entre España, Francia e Italia, en cuyos alrededores encontramos célebres localizaciones como Montpellier, Nimes, Arlés o Aix-en-Provence.